En una entrevista para la revista ‘Variety’, Scorsese revela que su aversión a las salas de cine se debe al comportamiento de la audiencia. Se queja de que la gente «habla y se mueve mucho», lo cual le impide sumergirse completamente en la experiencia cinematográfica y concentrarse en la narrativa de la película. Su estatura baja también juega en su contra, ya que suele encontrarse con la desafortunada situación de tener a una persona alta delante de él, afectando su visión de la pantalla.
El problema no se limita al cine; Scorsese confiesa que enfrenta desafíos similares en el teatro de Broadway, donde siempre hay alguien bloqueando su vista al escenario. A pesar de que podría optar por sentarse unas filas más atrás, señala que la audiencia, en general, ha adoptado un comportamiento más ruidoso, aunque reflexiona sobre si esto siempre ha sido así, recordando los tiempos en que la gente solía gritar a la pantalla en los años 50.
A pesar de estas incomodidades, el director encuentra consuelo en el formato IMAX, especialmente a medida que envejece. Este formato le permite disfrutar de la experiencia cinematográfica de una manera más cómoda y envolvente. Aunque Scorsese reconoce que las sesiones «normales» no son de su agrado, destaca la importancia de apoyar las películas mientras están en pantalla grande, aunque confiesa que prefiere esperar un poco antes de hacerlo.
Conclusiones: La relación singular de Martin Scorsese con las salas de cine pone de manifiesto las distintas dinámicas que pueden influir en la experiencia del director, desde la altura hasta la interacción de la audiencia. A pesar de sus preferencias, Scorsese mantiene un compromiso con el cine, buscando formatos que le brinden una experiencia más gratificante y adaptándose a las cambiantes dinámicas de las salas cinematográficas